lunes, 21 de marzo de 2011

Simple

De los errores se aprende. ¿Qué le sucederia entonces al que se equivoca sabiendolo? A quien sabe que se equivoca, a quien hace algo mal para sí, sabiendo que no deberia comenzar esta frase. Aquel que en algo piensa, que algo quiere, y que persigue, y persiguiría hasta el fin porque quiere. Sabiendo que se equivoca, y que no debe quererlo.
No hace mal, salvo para él mismo quizás. Pero eso ya  lo sabe.No importa.
Conoce que no se engaña, porque conoce lo que hace.
¿No aprendería nada? Qué mas le da aprender. No necesita ni quiere aprender. No es su fin. Ni conseguir, ni aprender.
Al fin no aprenderá nada, pero eso no excluye al echo de equivocarse.
Hay veces, en las que aprender no es una segunda opción, ni un recurso necesario a falta de recompensa. A veces, los errores son simplemente errores. A veces, esas equivocaciones no son tal, no son errores. Son actos genuinamente auténticos guiados por un tú interior que no reza como persona . No es recompensa lo que ansías. El egoismo disfraza al mundo de un cariz incoloro que a veces deslumbra por su reflejo.
No por él mismo.
La posibilidad de aprender algo de algo, esa mera posibilidad, es simple obsequio gratuito del que hace algo sin querer hacerlo. Sin sentir ni saber realmente aunque lo disfrace, que lo quiere.
Se aprende de algo que se hace, busca y ansía, por mera necesidad del momento u otro tipo de imposicion agena a ti mismo.Circustancias llevan a su error y fracaso. Tomas leccíon de ello y te arrepientes de su fin y de haberlo llevado acabo ignorante del frustante final.
Pero es distinto.
Es distinto querer, que querer aprender, que querer hacer algo y que tomar prestado ese disfraz para ilusionar en mágico acto un querer inexistente a tus ojos, pero aparente al de los demás. Distinto es querer, que tomar recompensa. Distinto es tomar como bueno y suficiente aquello a lo que te ha llevado el error cometido. Falso es actuar queriendo aquello que no se ama.
Los movimientos e impulsos del alma. Gráciles, de estúpida incomprensibilidad a veces actuan y te impulsan al amar.
Momentos, en los que ese querer es suficiente. Es más que suficiente. Es tu felicidad. Donde tu alma crece, ensancha y colma sus pulmones haciendo algo por el mero echo de querer. No hay fin, no hay lección, no hay recompensa, no hay una segunda recompensa no buscada. Tan sólo hay algo que quieres y actuas queriéndolo, porque sabes que lo quieres.

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