viernes, 26 de agosto de 2011

De aire enterrado.

Comienza con una melodia que alegre y tranquilizadora concluye en un minuto. En ese minuto que tras el silencio invadir, coge aire. Es un disimulo, un atractivo sensual que el misterio recorre de temblores. De muros que despacio se acaban consumiendo en el silencio de caida. El mudo desvanecer a modo de telon que desoculta y acoje miradas.

Brisa suave párpados levantan, hilos desilachados que buscan libertad bailan por los aires y plumas de un cojín que nadie rompió flotan en acogedor vuelo cubriendo la espalda de mi techo con una coqueta sonrisa.

martes, 23 de agosto de 2011

Nada de nada.

Nada de nada es lo que inspira el sonido de transito, el sonido del silencio. El pedalear entre coches en biclicleta de cómodo asiento. El susurro de una caricia que me hace despertar.
Una tarde de afecto que no incomoda por mi falta de aprecio recae sobre mis hombros. El dejarse llevar y arrastrar por el tiempo evitando el colapso. Anotaciones en el diario de una mente que duerme.
Dejo mi bicicleta mal apoyada en él con intención de breve parada. Son las 2, y la luz amarillenta y calida que faroles desprenden me invade y conforma mi sombra sobre el infinito pisar que se cierne nariz abajo. Insectos que agolpados acuden sin previo aviso de cabezazos, imnotizados y sedientos de golpear por propia naturaleza, me distraen.
Mi desdibujo y velas humeantes denotan ausencia. Es hora de partir sin ellos tras de sí.
Es hora de que esa luna que aplasta arboles lejanos inunde el camino de alargadas lanzas oscuras.
Lanzas que a ellos ahuyentan por imposibilidad de llegar a quien las gira. Mano que no tiembla es quien me acompaña y  me sabe imnotizar durante el viaje.
Ése de destino escrito en aquel boleto de lotería mojado que en algun rincón de bordillo el viento acunó.