jueves, 25 de octubre de 2012

Te quiero.

Te echo de menos. Te vivo en mi vida sin tí. Es absurdo estar aquí. No quiero estar aquí. Estar sin tí. Estar obligado a echarte de menos, a no dejar de pensar en tí. Verme rodeado de pasados, de encuentros pasados, de reuerdos de un tiempo en el que estuve sin estar. Sin conocerte, sin vivirte, y sin poder hacerlo ahora. Aquí, sin tí, sigo haciéndolo.
Me da rabia. Me envuelve en espirar de no, no, no,  de un niño pequeño. De niño pequeño que solo piensa en lo que quiere. En su alegría más grande, que eres tú.
Recluido en una prisión de barrotes que atienden al tiempo, creo otra. La que estoy acustumbrado a crear en un tiempo en que no te conocía. La prisión en la que solo habito yo y me alejo del mundo. Empantanado de sombras. En ese no que me ciega, que me evita las ganas de hablar. Las ganas de hablar con nadie.
No es razón para no pensar en que te quiero mas que a nada. En que eso es lo único que pasa por mi cabeza una y otra vez.
Y se que hago mal al meterme en ella. Al meterme en ella sólo. Al no tenerte en cuenta y molestarte con ello. Pero se que me quieres. Que me quieres igual que yo te quiero a tí. Y esa es mi razón mas grande para abandonarla y soportar ésto. Para saber distinguir lo que cuenta y lo que no. Que lo importante es el tiempo que al fin tendré para estar contigo. Para vivir lo que hoy mas ansío y no puedo. Ahogar el avispero de mi mente, el de pasar los días esperando.

martes, 16 de octubre de 2012

Es ella el tiempo.

Es el tiempo callado. el tiempo simple y callado. el atardecer, el anochecer y el fin de un día sin tí.
gris azulado entra por mi ventana, invadiendo la oscuridad salvada por la tenue luz de mi lámpara.
Recuerdos de cuatro paredes, de tus botas dirigiendo a mí sus miradas.
 Entre onduladas horas cabalgan mis pensamientos, los recuerdos que de ti tengo.
Tus ojos aviesos, tu sonrisa de niña, tus suaves caricias y los segundos que a tu lado me bridas.
Nunca supe de  mi caminar, mi rostro al girar.
En tus pupilas siento ahora su reflejo.
Ese cálido y confidente reflejo que me sacia, que me llena y me advierte de lo que eres para mí.
El reflejo de mi alma, el surcar de mis dedos, el retrato de lo que mas quiero.