lunes, 11 de julio de 2011

El humo no oculta la bala, pero si a quien aprieta el gatillo.

En un futuro no muy lejano. En un presente no muy cercano. En un lugar donde nada es lo que parece. Donde pensar o vivir no es lo mismo. Piensas a veces lo que no vives y vives lo que no piensas.
La frontera. En una de ellas hayado. Sin trincheras ni muros, ni lineas que dividan ni sepan distinguir. Sin nadie que la mano te tienda, sin necesidad de encontrarla.
Balas sacuden mi cabeza, mi entorno y aquel carton tras de mi dibuja mi silueta. Rápidas, veloces , afiladas espadas, cuchillas. Un mar sin brisa propia. Artificial, creada y mentirosa.
Contando con la capacidad de saber elegir esa bala. La que yo quiera. Esa mas bonita y justa a mi juicio. La que rápido se acerca al igual que otras, pero viniendo de un apretar de gatillo distinto. O quizas del mismo tal vez, pero proveniente de un instante de tiempo diferente.
Lo diferente, lo extraño, lo misterioso, lo creado y no intuible por los limites que la razon conoce hasta la fecha. Por ese intelecto que a veces manejamos y que a veces nos maneja. La sutil brisa de una cortina que esconde un humo que aun nadie compra sabiendo, pero que todo el mundo vende conociendo.
No el sacado de mis pulmones, ni el expulsado por los tuyos. Sino el proveniente de ese disparo, de ese apretar de gatillo con una intencion, que a quien le disparan, no conoce. Hay quien dispara sin preguntar, sin conocer. Hay quien mira a los ojos, y pregunta a quien dispara. El humo no oculta la bala, pero si a quien aprieta el gatillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario